Luego de las pesadillas toda la noche, se despertó de aquella cama ajena con un raro sentimiento de incomodidad. Había leído que ésto le sucedería, al estar separado de las cosas que uno más anhela se comienzan a extrañar. La forma de manifestar aquel sentimiento para ella era soñando hechos terribles sobre su logar de origen; Inconscientemente, por descontado.
Se llevó una sorpresa al verse al espejo, esperaba ver una imagen que la asustara, los pelos revoloteados y las ojeras más sobresalientes que sus prominentes labios. En cambio de asustarse, creyó creer que aquella era la señal que indicaba que, aunque una mala noche la había atormentado, era tiempo de acoplar su realidad a la de su nueva residencia. Se dedicó una sonrisa de aprobación a ella misma y sintió una corriente codiciosa recorrer su cuerpo desde la punta de sus pies, con sus uñas recientemente coloreadas de rojo oscuro, hasta aquel solitario cabello que sobresalía de su (ahora apaciguada) melena. Al no querer rendirse al sueño, como primer paso abrió hasta el último centímetro la ventana de aquella habitación y optó por algo de M.I.A en su reproductor de música para que aquellas letras terminaran de darle a aquel toque de agitación, una combinación que dejara irradiar su encanto por completo.
Apenas unas sandalias cómodas para caminata, una falda que raspaba sus rodillas y una camiseta liviana fue lo que decidió ponerse ya que el Sol estaba fuerte en aquella ciudad siempre calurosa, y más en el especial caso de que era primavera. Revisó algunos ítems: Cartera, dinero, cámara fotográfica, teléfono móvil, lentes de sol y una radiante sonrisa.
Museo de Rijksmuseum, el de Van Gogh y luego el de cine (Filmmuseum Vondelpark). Todo marchó bien acompañado de unas enormes ganas de conocer, pero al final del día sus energías se fueron gastando y llegada la noche se dedicó a continuar la escritura de su diario en un banco de una humilde plaza de la zona. Escribió allí cada cosa que había conocido, sin dejarse un detalle por detrás, su memoria no fallaba nunca (pero temía que en un futuro lejano le dejara de ser tan letal, por lo que escribía en forma de aventajarse a futuros problemas). Algunas de sus palabras le recordaban canciones que había escuchado durante aquella tarde y de a ratos las entonaba mientras buscaba paralelamente en su cabeza, palabras que concordaran con lo que quería verdaderamente expresar sobre sus descripciones escritas. En una de aquellas circunstancias no ignoró el hecho de que alguien dejó a su lado una moneda. Aunque tuvo dudas sobre el porqué, concluyó al moverse de aquel lugar y ampliar su vista sobre el lugar que estaba, que había muchos artistas independientes presentando sus talentos a cambio de alguna contribución a voluntad. Le pareció divertido y sintió orgullo por que alguien haya creído que era debido depositar una moneda a su lado. Volvió a aquel banco que seguía vacío y se instaló de la misma forma que antes, entonando una letra más conocida a la que antes había cantado. Ésta vez comenzó a deleitar al público con Here comes the sun, de los infinitamente exitosos Beatles.
No es que fuera un método de entonación, pero disfrutaba cantar con los ojos cerrados, y concentrarse así únicamente en su voz, la forma en que sonaba, para así perfeccionarla una y mil veces. Al abrirlos, casi en la estrofa final, con miedo a estar sola y siendo criticada por algunos lugareños o turistas que anduvieran por allí, parpadeó varias veces y se encontró con dos preciosas gemelas de cabellos cobrizos y ojos color miel. La miraban ambas con una sonrisa que ocupaba su rostro entero, haciendo parecer que sus mejillas estuvieran a punto de salirse de lugar. Y con aquella misma felicidad buscaron a la par en sus respectivos bolsos algo que ella predecía. Una de las niñas, la que tenía el lazo verde hizo una mueca de arrepentimiento, pero la que tenía el lazo azul sacó un billete de allí, algo arrugado y con un par de migajas de galletitas encima. Lo dejó allí mismo en el banco donde estaban un par más de monedas y un papel más y con una sola mirada le indicó a su hermana que era hora de retirarse. A la par como si se tratara de una persona que acarrea con ella un espejo, se despidieron entre corridas y risas.
Al finalizar la canción, la improvisada cantante tomó aquellas pocas cosas de su lado y las ordenó para colocarlas en su billetera, notando antes que aquel arrugado dolar que creía inservible llevaba una inscripción en él:
{Kaya + Laura; forever and always}
Increíblemente, aquel billete había viajado desde los Estados Unidos de América hasta Holanda, Amsterdam, con aquella inscripción que ella y su madre habían hecho poco antes de que la última se mudara a Europa. ¿Era esa una señal? ¿Estaría su madre cerca de donde ella? ¿La volvería a ver luego de cuatro años?. Así mismo como se inundó de preguntas, la acompañaron las lágrimas. Y aunque con esfuerzo por no empapar su diario, palpó aquellos sentimientos en esas hojas que creía sagradas y con la mano libre apoyó el dolar viajero en su corazón, como invocando así a la persona más importante de su vida. ¿Dónde estas mamá?, pensó en aquel arrebato de ilusión.

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