Era una de esas tardes de septiembre en que el sol está muy fuerte y cuando vuelves a tu casa te encuentras con que tienes las mejillas completamente rojas. No se podía caminar mucho, no daban ganas en realidad, pero por alguna razón yo había salido a comprar. ¿Por qué al almacén que nunca iba? Había algo que me impedía ir al de siempre y por ese día hice el esfuerzo de caminar varias cuadras más y comprar lo que necesitaba.
Como típica observadora que soy, estuve pendiente de todas las personas que me pasaron por al lado, pero una me llamó la atención. Era una nena, que no debía alcanzar los dos años, pero sí pasaba el año. Corría entre risas escapando de su mamá que caminaba a velocidad rápida, en un simulacro de correrla a toda velocidad. Y ganaba la niña pequeña porque llegaba a alejarse tanto que su madre se rendía y volvía al lugar de antes. Y así un par de veces más hasta que se sintió lo verdaderamente cansada como para parar aquello y sentir de nuevo el abrazo de aquella mujer. ¿Por qué lograba comprender su sentimiento? Aunque confundida, pude captar también que estaba en su mente, que, sin dejarme analizar ésta locura, anunció "¡Mariposa!" y se dirigió detrás de un colorido insecto de ése tipo. Paré mi caminata, no era gracioso sentir lo que ella, en vez de sentirme poderosa, sentí que algo me ataba, como si estuviera atrapada en su mente y ella me manejara a mi. Pasaba de ser fantástico a irreal. Me agité de tal forma mentalmente que mi cuerpo comenzó a sentirlo y al mezclarse con el calor sofocante produjo que desfilaran por mis cienes, gotas y gotas de transpiración.
En el segundo que quise darme cuenta, la pequeña estaba caída a mis pies y la levanté con una sonrisa inconsciente, pues verdaderamente quería llorar. Su madre vino hasta mí y pronunció un "gracias" seguido de una sonrisa. No, no había ignorado el hecho de que esa nena era igual a mí. Era ¿yo?, para ser exacta. Pero no yo identica a mi, con mi ropa de aquel día, el peinado y cada detalle. Lo que tenía en frente no era un espejo o un reflejo que podía ser explicado por algún fenómeno del calor sobre aquel suelo. Era mi yo pequeña, tenía mi cabello morocho con rulos en las puntas, mis ojos marrones con pestañas enormes. Incluso recordaba la ropa que tenía puesta ¿por qué?. Tenía una foto en mi cómoda de mi habitación, de aquel día. ¿O me equivocaba?. Alcé la vista y comprobé que estaba en lo cierto; En una de las hamacas estaba yo con una sonrisa y mi mamá con la cámara.
Un arrebato de desesperación me invadió, sentí que precisaba confirmar eso de alguna forma y me acerqué antes de que sacara la foto, ofreciéndome a tomarla yo. De ese modo, cuando volviera a mi mesa de luz, ¿no tendría que aparecer ella también en la fotografía?. Me estremecí, daba miedo. Mucho.
Las dejé en paz y me esforcé por llegar a mi casa, ignorando el calor, lo que precisaba comprar y cualquier otra cosa que anduviera por mi cabeza ese viernes feriado. Caminé rápido las cinco cuadras que me faltaban y al llegar, aquel mix de sentimientos que palpitaban dentro mío se expresaron en forma de lágrimas. Efectivamente la foto ya no estaba igual, había alguien más. Me caí al piso, había perdido las fuerzas de mis piernas por susto. Me quedé allí, era mejor cerrar los ojos y escapar de confusión.
* * *
Ahora el delirio:
¿Puede ser posible que ésto me valla a pasar más adelante? ¿O que ya me haya pasado? En ese caso mi madre no tendría forma de saber que esa persona X que se había ofrecido a sacarle la foto, era exactamente igual a como sería su hija dentro de quince años.
Eso es lo que me pregunto cada vez que lo sueño (aunque no es exactamente como lo pensé y hay mas 'escenas', no solo la de la plaza). Me da miedo en serio.

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